Vale, no soy un crítico literario, pero es que hay cosas que tienen delito. Las editoriales no se arriesgan: inundan las estanterías de los bestsellers que desplazan a jóvenes promesas, aniquilando sin piedad la literatura, y convirtiendo las librerías en verdaderos Mc Donalds de libros. Libros mal escritos pero morbosos, que se leen rápidamente sin un gran esfuerzo mental y cuyas portadas están repletas de comentarios prometedores como:
"Un inteligente thriller lleno de enigmas y códigos que, sin duda, puede recomendarse con rotundo entusiasmo"
The New York Times (referido a El Código Da Vinci)
o
"Fantástico de todos los puntos de vista"
"Fantástico de todos los puntos de vista"
El Mundo (referido a Los Pilares de la Tierra)
Estos libros son como las películas que inundan la parrilla televisiva los sábados por la tarde con nombres como Vuelo final o Seducción asesina (Uno de estos dos títulos es de un libro de Ken Follet, descubre cual). Hoy en día todos conocen libros como Los Pilares de la Tierra, El Código Da Vinci, Las memorias de Idhun, Dragonlance, de historiadores como César Vidal (del cual se ha llegado a afirmar que no consulta la bibliografía a la que alude en sus libros y que se atreve a llevar la contraria a historiadores de la talla de Paul Preston o Beevor), de políticos que se meten a escritores, de libros-anuncios (El Club de la Comedia o Las 7 vidas de 7 vidas), ...
Es interesante comprobar el efecto que producen estos libros en sus lectores. Una vez una amiga me dijo que sentía fascinación por los vampiros gracias a Anne Rice, pero no había leído Drácula (Bram Stoker le sonaba a chino). Hay gente que se empapa de "libros" (si es que se les puede llamar así, como Dragonlance o Las Memorias de Idhún, pero no pueden con Tolkien o C.S. Lewis. A Dan Brown se le ha creído a pies juntillas hasta que ha escrito Fortaleza Digital, y lo mismo ocurre con infumables páginas manchadas como las de Melissa P.
Las editoriales se han convertido en una industria que publica cualquier cosa sin importar la calidad de lo que escriben mientras despierte los más bajos instintos de sus lectores o las modas del momento. Se escribe mucho y mal, y lo que es peor: sin pruebas. Cualquiera puede decir cualquier cosa hoy en día y hacerla pasar por verdadera, porque nadie se va a molestar en saber si lo que dice es fruto de la realidad o de su imaginación. Y el círculo se completa con una televisión controlada por algunas de las más poderosas editoriales, que actúa como plataforma publicitaria de premios literarios cuyos futuros ganadores son un secreto a voces días antes de su elección, y que pobres incautos devoran creyendo que se encuentran ante obras maestras.
No estoy en contra de la literatura ligera. Si nombro El Código Da Vinci o Los Pilares de la Tierra es porque los he leído e incluso me llegaron a parecer interesantes en ciertas ocasiones (contadas, pero las hubo). Pero al igual que todo el mundo ha comido alguna vez en el Mc Donalds, comer allí a diario no es muy recomendable. Un buen libro no se devora, se paladea.
Es interesante comprobar el efecto que producen estos libros en sus lectores. Una vez una amiga me dijo que sentía fascinación por los vampiros gracias a Anne Rice, pero no había leído Drácula (Bram Stoker le sonaba a chino). Hay gente que se empapa de "libros" (si es que se les puede llamar así, como Dragonlance o Las Memorias de Idhún, pero no pueden con Tolkien o C.S. Lewis. A Dan Brown se le ha creído a pies juntillas hasta que ha escrito Fortaleza Digital, y lo mismo ocurre con infumables páginas manchadas como las de Melissa P.
Las editoriales se han convertido en una industria que publica cualquier cosa sin importar la calidad de lo que escriben mientras despierte los más bajos instintos de sus lectores o las modas del momento. Se escribe mucho y mal, y lo que es peor: sin pruebas. Cualquiera puede decir cualquier cosa hoy en día y hacerla pasar por verdadera, porque nadie se va a molestar en saber si lo que dice es fruto de la realidad o de su imaginación. Y el círculo se completa con una televisión controlada por algunas de las más poderosas editoriales, que actúa como plataforma publicitaria de premios literarios cuyos futuros ganadores son un secreto a voces días antes de su elección, y que pobres incautos devoran creyendo que se encuentran ante obras maestras.
No estoy en contra de la literatura ligera. Si nombro El Código Da Vinci o Los Pilares de la Tierra es porque los he leído e incluso me llegaron a parecer interesantes en ciertas ocasiones (contadas, pero las hubo). Pero al igual que todo el mundo ha comido alguna vez en el Mc Donalds, comer allí a diario no es muy recomendable. Un buen libro no se devora, se paladea.
6 comentarios:
Me sorprende que nombres a la DragonLance, nadie va a discutir que no son precisamente Shakespeare, pero desde luego no son best sellers ni creo que pueblen las estanterías de las librerías. ¿Por qué compararla con El Código Da Vinci? Queda un poco fuera de lugar, ¿no? Se nota que le tienes tirria a la DragonLance
XDDDDDDDDD
No omme, no le tengo tirria a la Dragonlance (de hecho cuando era muy muy chico leí alguno de los libros, pero muuuuy chico) en especial. Sólo le tengo tirria a los libros que aprovechan una moda ;) (hoy vi un libro que se llamaba algo así como "fundamentalistas, de la guerra de guerrillas a la guerra nuclear" :S)
Lo que pasa es que con el ritmo de vida que llevamos hoy en día no tenemos tiempo de sentarnos a leer algo realmente bueno, porque no tenemos tiempo de entender lo que pone. La mayoría de gente quiere libros para leer en el metro, cinco minutos antes de dormir... y para ello tienen que ser ligeros.
MMhh yo creo que no es eso. Al fin y al cabo estos libros suelen ser tochos enormemente gordos eh? (encima de malos, largos) Y nadie te dice que no leas El Extranjero, de Camus (124 paginitas).
Por tiempo no es, yo creo que sencillamente nos acostumbran a tragar sin mascar. Ponemos la tele y nos reimos como gilipollas delante de series como Aida, vamos al Mc Donalds y tragamos la hamburguesa sin pensar qué estamos comiendo, y leemos los libros que nos piden leer mientras escuchamos música esterilizada ideológicamente.
Yo pienso que no es ese el dilema, nene: a veces apetece literatura ligera (unas patatillas, unas pipas) y otras una necesita leer de verdad (un cocido) y otras queremos algo sofisticado y especial (tempura?). Igualmente yo leo a Anne Perry, Haikus, Tolkien, Salinger, Wolfe.....leo de todo, no lo valoro igual, pero en ese momento es lo que necesito.....no se si se me entiende....
A eso me refería en el post: no está comer pipas de vez en cuando... pero cuando solo comes pipas es que falla algo
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