Amanece el día con la noticia económica del momento: el paro no ha estado tan bajo desde 1979, estamos cerca del 8% y parece ser que estamos muy cerca de alcanzar el 7%, y parece que todo va viento en popa. ¿No? Nuestra economía crece por encima de la media de la Unión Europea, el paro baja, ... Todos están de acuerdo en que la economía española va bien, ¿o no?. Pues no, la economía española es un auténtico desastre que anuncia un naufragio a medio y corto plazo que si no se corrige pronto va a ser inevitable. ¿Por qué?
La economía a corto plazo no puede producir más, los factores que la rigen no cambian a corto plazo y en teoría se encuentran en equilibrio, es decir, que todo tiende a volver a la situación anterior. Un ejemplo: si el gobierno aumenta su gasto público, el efecto inmediato es que la producción del país aumenta, pero a medio plazo los precios se disparan y esto hace que la producción se reajuste. La economía solo puede crecer a largo plazo si se varía un factor muy importante: lo que se produce por trabajador. Es decir, cuanto produce cada trabajador, el coeficiente de rendimiento de un trabajador: por cada euro que invertimos en un trabajador, cuanto nos devuelve éste. Y sólo hay dos formas de hacer crecer este coeficiente: mediante la acumulación de capital o mediante la preparación del trabajador, es decir, que esté mejor formado y que cuente con mejores medios a su alcance: innovación tecnológica.
La acumulación de capital es el procedimiento por el cual un país se ve envuelto en una fase de ahorro intenso, en el que apenas se consume y casi todo lo que se produce se destina a la acumulación de capital, es lo que ha hecho Japón desde la Segunda Guerra Mundial, y es lo que está haciendo China ahora mismo. La acumulación de capital es un método rápido de crecimiento pero llega un punto en el que por más que se acumule capital la economía no crece más, a eso se le llama rendimientos de escala y es uno de los principales motivos por los que la economía soviética dejó de crecer en los ochenta. Sólo la tecnología puede variar los rendimientos de escala y conseguir que un trabajador sea capaz de producir más, un ejemplo:
Imaginemos una oficina con veinte trabajadores cuyos únicos medios son el bolígrafo y el papel. Ahora imaginemos que la oficina realiza una inversión y adquiere un ordenador para que sus empleados trabajen con el consiguiente aumento en la productividad. Si la oficina a lo largo del tiempo va comprando ordenadores para todos sus empleados realiza una acumulación de capital cuyo resultado es un aumento en su productividad, pero una vez hay veinte ordenadores, uno más no sirve de nada. Si los ordenadores mejoran y se vuelven más rápidos y eficaces, tenemos una mejora tecnológica que puede mejorar una vez más la productividad de los empleados.
Es decir, a largo plazo, la economía de un país está muy subordinada a la productividad por habitante. Como podemos observar en el gráfico chapucero que he hecho con los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), el PIB por trabajador a partir de 1996 decrece ligeramente. Es decir, nuestra productividad por habitante no sólo no aumenta, sino que desciende.
La economía a corto plazo no puede producir más, los factores que la rigen no cambian a corto plazo y en teoría se encuentran en equilibrio, es decir, que todo tiende a volver a la situación anterior. Un ejemplo: si el gobierno aumenta su gasto público, el efecto inmediato es que la producción del país aumenta, pero a medio plazo los precios se disparan y esto hace que la producción se reajuste. La economía solo puede crecer a largo plazo si se varía un factor muy importante: lo que se produce por trabajador. Es decir, cuanto produce cada trabajador, el coeficiente de rendimiento de un trabajador: por cada euro que invertimos en un trabajador, cuanto nos devuelve éste. Y sólo hay dos formas de hacer crecer este coeficiente: mediante la acumulación de capital o mediante la preparación del trabajador, es decir, que esté mejor formado y que cuente con mejores medios a su alcance: innovación tecnológica.
La acumulación de capital es el procedimiento por el cual un país se ve envuelto en una fase de ahorro intenso, en el que apenas se consume y casi todo lo que se produce se destina a la acumulación de capital, es lo que ha hecho Japón desde la Segunda Guerra Mundial, y es lo que está haciendo China ahora mismo. La acumulación de capital es un método rápido de crecimiento pero llega un punto en el que por más que se acumule capital la economía no crece más, a eso se le llama rendimientos de escala y es uno de los principales motivos por los que la economía soviética dejó de crecer en los ochenta. Sólo la tecnología puede variar los rendimientos de escala y conseguir que un trabajador sea capaz de producir más, un ejemplo:
Imaginemos una oficina con veinte trabajadores cuyos únicos medios son el bolígrafo y el papel. Ahora imaginemos que la oficina realiza una inversión y adquiere un ordenador para que sus empleados trabajen con el consiguiente aumento en la productividad. Si la oficina a lo largo del tiempo va comprando ordenadores para todos sus empleados realiza una acumulación de capital cuyo resultado es un aumento en su productividad, pero una vez hay veinte ordenadores, uno más no sirve de nada. Si los ordenadores mejoran y se vuelven más rápidos y eficaces, tenemos una mejora tecnológica que puede mejorar una vez más la productividad de los empleados.
Es decir, a largo plazo, la economía de un país está muy subordinada a la productividad por habitante. Como podemos observar en el gráfico chapucero que he hecho con los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), el PIB por trabajador a partir de 1996 decrece ligeramente. Es decir, nuestra productividad por habitante no sólo no aumenta, sino que desciende.
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