Lo que ahora mismo está ocurriendo en Turquía es una prueba más de que este país avanza hacia la madurez. Ante un gobierno que reniega de la lucha que emprendió Atatürk en 1923 tras la derrota en la I Guerra Mundial para transformar el país en un estado moderno y por lo tanto, separado de la religión, el pueblo se organiza para defender los valores necesarios y mínimos que organicen un camino hacia una democracia verdadera. Entre 700.000 y 1.000.000 de personas se han reunido en Estambul para proclamar su esperanza de que Turquía siga siendo laica y su rechazo al camino emprendido por el primer ministro Erdogan. No nos damos cuenta de la importancia que tiene esta manifestación en un país de mayoría musulmana, que está en riesgo de caer en la ola fundamentalista que parece sacudir el mundo en nuestros días.
Y digo bien al decir el mundo, y no los países de tradición musulmana. Es evidente que en los países con una mayoría de la población musulmana la cosa está mucho peor, si observamos el caso de un país como Pakistán en el que la blasfemia se condena con la muerte... nos echamos las manos a la cabeza. Pero la blasfemia también se condena con la muerte en Afganistán, la Afganistán "liberada" de nuestros días, controlada por nuestras tropas y las del país defensor de la libertad. Hace unas semanas se manifestaban en Nepal los monjes budhistas pidiendo un estado religioso y hoy en día en EEUU se vive una situación en la que muchos ateos se sienten perseguidos, en la que en los billetes la leyenda In God We Trust viene inscrita de serie y en la que el candidato a la presidencia que quiera tener opciones debe nombrar a dios antes y después de cada discurso.
Las condiciones religiosas de cada uno son perfectamente respetables y cada uno tiene el derecho de practicar la superstición que prefiera en su casa. Imponerlas en un modelo de estado es otra cosa, y atenta absolutamente y directamente contra lo que debería ser una democracia. Alabemos el sentido democrático del pueblo turco, de ellos pueden aprender muchos otros países.
Y digo bien al decir el mundo, y no los países de tradición musulmana. Es evidente que en los países con una mayoría de la población musulmana la cosa está mucho peor, si observamos el caso de un país como Pakistán en el que la blasfemia se condena con la muerte... nos echamos las manos a la cabeza. Pero la blasfemia también se condena con la muerte en Afganistán, la Afganistán "liberada" de nuestros días, controlada por nuestras tropas y las del país defensor de la libertad. Hace unas semanas se manifestaban en Nepal los monjes budhistas pidiendo un estado religioso y hoy en día en EEUU se vive una situación en la que muchos ateos se sienten perseguidos, en la que en los billetes la leyenda In God We Trust viene inscrita de serie y en la que el candidato a la presidencia que quiera tener opciones debe nombrar a dios antes y después de cada discurso.
Las condiciones religiosas de cada uno son perfectamente respetables y cada uno tiene el derecho de practicar la superstición que prefiera en su casa. Imponerlas en un modelo de estado es otra cosa, y atenta absolutamente y directamente contra lo que debería ser una democracia. Alabemos el sentido democrático del pueblo turco, de ellos pueden aprender muchos otros países.
2 comentarios:
No sé.
Una "democracia" con cimiento de Ataturk y mantenida por los militares, resulta fuente de mil sospechas.
A Turquía se le adelantaron los tiempos forzadamente, y al final el nervio islamista asoma una y otra vez.
Es una nación extraña, entre Oriente y Occidente (esa es su historia y sus coordenadas), con un genocidio a cuestas y todas las contradiciones del Islám contemporáneo (a pesar del "laicismo" de régimen).
¿Turquía ejemplo de algo para alguien?
Pues va a ser que no.
Por lo menos en este siglo. Para el próximo, o el siguiente, a ver si hay suerte.
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